En nuestra vida hay objetos o artículos a los que estamos tan acostumbrados que podemos llegar a pasarlos por alto hasta que alguien fuera de tu contexto te evidencia sus particularidades. Desde mi experiencia, ese artículo es la hamaca, y es que esta red de hilos se ha vuelto tan imprescindible en mi día a día que no me había puesto a pensar sobre su valor, en las actividades que realizo en función de ella y qué tan distintas serían sin la presencia de mi hamaca.
Desde pequeños, la primera vez que nos pusieron en una hamaca, nos mecían mientras mamá se iba a hacer las tareas del hogar sin preocuparse, ya que creando nudos en las orillas evitaba accidentes durante las siestas; hasta cuando en actos de valentía la usábamos para divertirnos haciendo competencias para ver quién mecía más fuerte llegando a diversas alturas, o cuando dábamos rienda suelta a la imaginación y nos enrollábamos en ella convirtiéndonos en una oruga. Las hamacas en mi casa, en mi familia y hasta en mi calle se ha vuelto un lugar propio para pensar mientras te arrullas, o el lugar perfecto para dormir en casi cualquier lado de la casa, en tu cuarto, en la sala o incluso en tu patio cuando hay mucho calor.
¿Han escuchado que las cosas se parecen a su dueño? Pues esto sucede con las hamacas, al menos en las que he tenido el privilegio de descansar. Cada hamaca parece que se amolda a la posición en la que duerme su persona, incluso la suavidad en ciertas partes va en relación a la comodidad del dueño. Así que no es de extrañar sentir incomodidad si dormimos en una hamaca que no es la nuestra. Algo que me parece increíble de las hamacas es que llegan a ser tan prácticas que te dan la oportunidad de compartir ratos divertidos en las reuniones de amigos o familiares cuando se forma una telaraña de hamacas antes de dormir.
Hoy en día es común que al entrar a la casa típica de un yucateco se observen en las paredes al menos un par de orificios conocidos como hamaqueros, incluso en las salas de la casa y no solo en las habitaciones. Yucatán es una zona tan calurosa que llega a ser incómodo dormir en una cama donde es casi imposible no sudar. Por ello, el contar con un artículo como la hamaca para dormir o solo para sentarse a descansar es algo tan habitual para los habitantes de la zona.
El término hamaca surge a partir del nombre en haitiano, hamac, cuyo significado es árbol, fue dado por los primeros viajeros colonizadores después de encontrar estos artículos tejidos con filamentos de corteza de árbol (Gobierno del Estado de Yucatán, 2022). En maya, este artículo es conocido como hayabil-kaan y significa algo parecido a cordeles para tenderse, o yaab-kaan, que expresa muchos cordeles (Baños, 2003).
El origen de las hamacas no es prehispánico ni maya, sino que provino del Caribe y su integración en la vida del caminante del Mayab resultó en cambios en los diseños de los interiores de las viviendas como se conocen hoy en día (Baños, 2003).
Tras sufrir el intenso calor de Yucatán, los primeros residentes del extranjero se las ingeniaron para convertir este utensilio, antes utilizado como bolsa colgante, lugar de descanso o lugar para mecer, en una suave cama que aminoraba el calor del lugar (Gobierno del Estado de Yucatán, 2022). Su uso se extendió rápidamente, abandonando incluso las camas de palos para descansar en estas refrescantes y cómodas redes (Gobierno del Estado de Yucatán, 2022).
Para quienes no conocen o no han tenido la oportunidad de descansar en uno de estos artículos tan típicos, las hamacas son descritas como una “red alargada, gruesa y poco tupida, por lo común de pita, lona u otro tejido resistente, la cual, asegurada por las extremidades en dos árboles u otros soportes, queda pendiente en el aire y sirve de cama y columpio, o bien se usa como medio de transporte conducida por dos personas” (RAE, 2022). El material, los colores y la forma de referirse a este artilugio dependen de la región en la que se localice, sin embargo, en el estado de Yucatán, se conoce como hamacas y suelen estar hechas de hilo de algodón o fibra vegetal de colores (Navarro, 2019). Las primeras hamacas mayas fueron hechas con hilos de henequén (Baños, 2003).
Una hamaca se teje en un bastidor que consta de dos palos largos de madera, cilíndricos y perpendiculares, como de cinco centímetros de grueso y aproximadamente dos metros de largo los cuales se encuentran colocados paralelamente, la distancia a la que se ubican las maderas va en relación al tamaño de la hamaca (Gobierno del Estado de Yucatán, 2022).
Se inicia la elaboración de la hamaca rodeando los dos palos verticales con el hilo, de forma tal que queda en forma de madeja. Una vez que el hilo que rodea las maderas es suficiente, se toma una aguja o landera labrada en madera fuerte, en forma de barquichuelo, calada en el centro y en la que se ha devanado previamente el hilo y se comienza a entrecruzar los hilos de la urdimbre con ayuda de la tejedora hasta que se vaya formando de poco en poco la red que caracteriza a las hamacas (Gobierno del Estado de Yucatán, 2022).
Cuando la red es terminada, incluso los bordes, es hora de colocar sus brazos. Los cuales surgen a raíz de enganchar en las extremidades de la banda tejida y anudarla en los extremos para formar una especie de argolla en forma de pera. Estas argollas serán por donde pasan los lazos que usualmente son dos sogas bien corchadas con nudillos o borlas en sus extremidades, las cuales serán la forma en la que será amarrada la hamaca o en algunos casos extender la distancia de la soga que cuelga entre la hamaca y el espacio donde se colgará la hamaca, ya sean árboles, palmeras, ganchos o hamaqueros (Gobierno del Estado de Yucatán, 2022).
Aunque la denominación que se le da a este artículo no es el mismo en todos los lugares, lo que se mantiene constante es la bienvenida que se le da por su cómoda, fresca y fácil utilidad, además de que es una forma práctica de cargar un espacio para dormir que no ocupa mucho espacio y que es fácil de esconder. Gracias a la globalización y a las migraciones, o simplemente a las visitas vacacionales, actualmente podemos encontrar las hamacas en diferentes partes del mundo, éstas son usadas en espacios al aire libre y espacios cerrados. Sin embargo, en lugares cálidos como Yucatán es más común usarlas en los interiores para dormir, relajarse, descansar o solo balancearse para pensar, o tal vez solo pasar el rato y “mecer golpeando la pared”.
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