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  • Mariela Nallely Canche Quintal

Dzop sandía: una fruta piñata


imAgInadigital by Mauricio del Olmo. CC BY-SA 4.0

Es muy común en Yucatán escuchar sobre la realización de diversas fiestas patronales en honor al santo de algún pueblo en el interior del estado; como menciona Quintal (1993), “En nuestro estado la mayoría de las comunidades rurales, las ciudades y los barrios tienen un santo patrón en cuyo honor se llevan a cabo por lo general anualmente, celebraciones de carácter religioso y secular” (párr. 6); estas celebraciones iniciaron desde la época colonial; la forma, contenido y significación se encuentran en el oriente del estado desde el año de 1600; las identidades comunales estuvieron simbolizadas por y concretadas en el santo patrono.


Dichos festejos, que pueden durar desde tres hasta quince días, se caracterizan por su colorido, riqueza simbólica y complejidad organizativa. La fiesta patronal es a la vez solemnidad religiosa y acontecimiento lúdico, pues, además de las actividades religiosas realizadas por diferentes gremios, como la procesión del santo, las misas, los rosarios, entre otros eventos, también es muy común que se realicen corridas de toros, vaquerías, ferias, pirotecnia y diferentes juegos y actividades que inauguran estas celebraciones pues, después de todo, es una fiesta del pueblo (Reyes, 2019).


Entre estas actividades se encuentra la “dzop sandía”. Como menciona un artículo sobre regionalismos en la página web Pata de huech, “De DZOP (TS’OP) «clavar con cosa puntiaguda» y SANDÍA, fruta de una cucurbitácea”, este juego es un atractivo de ferias, junto a las famosas actividades como las carreras de cintas, el palo encebado, entre otras, y consiste en hincar el dedo pulgar, emergiendo del puño entre el dedo índice y el dedo medio, en una sandía que pende de una cuerda, la cual mediante un carrillo puede ser subida o bajada como una piñata, para que los jugadores tengan mayor o menor oportunidad de golpearla. Los jugadores “a caballo, vienen a la carrera y tratan de alcanzar el fruto y romperlo, horadándolo con el pulgar según se ha dicho […] Cuando la sandía cae hecha pedazos —o más bien cuando escapa de las amarras que en varios meridianos de mecate la sostienen— los niños se lanzan a disputarse los pedazos de la fruta” (Pata de huech, 2015).


Este interesante juego lo conocí cuando mi abuelita me contó sobre él en una de esas conversaciones en las que a las abuelitas se les da por contar historias sobre su vida, su infancia, lo que vivieron y cómo vivieron; al contarme sobre su familia que vivía en el pueblo, me habló acerca de la dzop sandía (práctica en la cual, cabe destacar, no era una sola sandía, eran varias sandías grandes). Mi abuelita cuenta que una vez cuando estaba chica, al visitar a sus parientes en la casa de su abuelo, comenzaron a jugar la dzop sandía, que según su relato consistía en amarrar la sandía por el medio y colgarla para golpearla como piñata dentro de una pita (es un tipo de costal o saco tejido), y, como la mayoría de las piñatas en Yucatán, esta piñata frutal era golpeada por los jóvenes con el puño hasta partirse en pedazos, los cuales eran recogidos y consumidos por los niños, como los dulces dentro de las piñatas de papel maché tan comunes en Yucatán.


En la poca información que pude encontrar sobre el dzop sandía se menciona su realización en las fiestas patronales, pero quiero enfocarme ahora en que, en sí, esta práctica imita también la de golpear o “romper” una piñata con el puño (rasgo característico de Yucatán) para recoger la dulce recompensa —de la fruta en este caso—. Hablando sobre el origen de las piñatas, se dice que la idea de un contenedor relleno que se rompe en una celebración existe desde hace más de 3000 años y tiene su origen en China, como parte de las festividades de año nuevo. De China, se especula que Marco Polo llevó la tradición a Italia y la introdujo en la cuaresma como “Pignatta”, para posteriormente hacerse popular en Europa y finalmente llegar a México como un instrumento para la evangelización (Arcila, 2022). En 1587 los monjes agustinos del convento de Acolman, Estado de México, iniciaron esta tradición en las fiestas de adviento para darle un sentido religioso a un juego tolteca con similares elementos (consistía en romper con los ojos vendados una vasija llena de chocolate sujeta de una cuerda), los cuales convirtieron en elementos que representaban la lucha eterna entre el bien y el mal: la vasija de barro que representaba a Satanás, los siete picos como siete pecados capitales, el placer ejemplificado con los dulces, etcétera (Narváez, 2019).


Es interesante cómo una práctica como romper la piñata pueda llegar a tener estas variantes de materiales tan interesantes, pues, así como en otros estados es muy común el tener piñatas de barro que se rompen con un palo, en Yucatán existen piñatas hechas de papel maché, de cartón e incluso piñatas que son en realidad una fruta, que simbolizan el acto de romper como una parte importante de una celebración, y, aunque la dzop sandía ya no sea una práctica tan común, en ella recae una tradición interesante que es recordada a través de la memoria y aprendida hasta la actualidad. Revaloremos la importancia de los recuerdos y de la memoria de nuestros abuelos pues, en esas historias que nos cuentan una y otra vez, existen prácticas tan interesantes como ésta, que pueden despertar nuestra curiosidad.


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