Sus sonidos, colores, plumaje, hábitos, comportamientos, diversidad son algunas de las características que interesan a más de una persona que se detiene a investigar acerca de las aves que habitan en territorio yucateco. Y puede resultar todavía más interesante conocer que en Yucatán se dan casos en los cuales las creencias antiguas vinculan a ciertos animales con algún fenómeno de la naturaleza o de la vida humana, como es el caso del turix (libélula) cuya presencia avisa que vendrá una visita o la mariposa X’mahaná que es vista como mal augurio. Otro caso en particular es el de la lechuza de campanario (Tyto alba) o xooch’, como es conocida en el estado, ya que según creencias de las comunidades yucatecas esta ave anuncia la muerte o el mal agüero, “razón por la cual es temido por varias personas en Yucatán” (Rodríguez, 2020: párr. 5).
El xooch’ o la lechuza de campanario “es un ave rapaz nocturna perteneciente a la subfamilia Tytoninae; presenta por lo tanto un disco facial triangular o en forma de corazón y ojos obscuros. Tyto alba es una especie cosmopolita que se ha adaptado a una gran variedad de biotopos. Tiene un promedio de 46 cm de longitud, su extensión alar (envergadura) es de 110 cm” (Sánchez-Ortíz, 1995, citado en Soto, 1998). Respecto a los ejemplares que habitan en Yucatán, se tienen estos aspectos característicos:
De acuerdo con Contreras (2021), la doctora Vanessa Martínez García explica que en el estado de Yucatán se les puede observar habitando campos despejados y semidespejados, regularmente en sitios cercanos a estructuras antiguas en los pueblos; y también en zonas arqueológicas en busca de cavidades para resguardarse. Aunado a esto, “por su consumo de roedores, las lechuzas se convierten en agentes controladores de poblaciones de plagas. Pueden llegar a consumir entre 50 y 150 gramos, que equivalen a 3 ratones diarios” (Contreras, 2021: párr. 8).
“Al tratarse de una especie controladora de plagas, las lechuzas son vitales aliadas de hombres y mujeres que trabajan en el campo. En ocasiones, se piensa que son portadoras de malos presagios; o que anuncian la muerte. La realidad es que, pese a no estar en peligro de extinción, estos ejemplares contribuyen al bienestar del campo yucateco” (Contreras, 2021: párr. 8). Me parecen sorprendentes precisamente las características biológicas de esta ave, su función en el ecosistema y sobre todo este fenómeno que acontece en Yucatán: cómo las creencias antiguas le dan una carga simbólica a la lechuza vinculándola con la llegada próxima de algún mal, como lo puede ser la muerte o el mal agüero que se darán en el sitio o cerca de donde ésta se posa a emitir su canto nocturno.
Sin embargo, para desdicha de estos animales, la creencia genera estigmas en la forma que son percibidos por las personas de distintas partes de Yucatán. El miedo y la incertidumbre de las familias por la posible muerte de algún familiar, enfermedades u otra clase de males pueden generar reacciones violentas contra el xooch’ como ataques o agresiones. La gente, a modo de protección hacia uno mismo y hacia su familia le llega a propiciar heridas graves e incluso la muerte. Uno de los casos en los cuales se vio esta manifestación de violencia fue en una comisaría del estado yucateco durante la pandemia en 2020: “Otro caso de crueldad hacia los animales en Yucatán fue denunciado por habitantes de la comisaría de Subincancab, en Timucuy, donde apedrearon y rociaron con agua bendita a una lechuza, porque tienen la creencia de que esta ave anuncia la muerte” (Rodríguez, 2020: párr. 1).
Desde mi experiencia personal, he de decir que la palabra xooch’ protagonizó muchas de las conversaciones que se dieron en el hogar donde crecí, en todas ellas siempre se relacionaba a los sonidos emitidos por el xooch’ con la muerte próxima de alguien. Se decía que este animal tenía muy desarrollados los sentidos, sobre todo el olfato, lo que le permitía saber cuándo y dónde había algo mal en el cuerpo de una persona, ya sea que pronto se fuera a enfermar o a fallecer. Nunca lo había visto ni escuchado, solo sabía que se trataba de un animal que con su sola presencia y su canto preocupaba a las demás personas, ya sean los vecinos o los integrantes de mi propia familia, quienes se ponían a cuestionarse quién estaría próximo a morir. La respuesta que se les venía a la mente casi siempre era el nombre del más viejo o enfermo de la colonia.
Cuando se le describía, decían que se trataba de un animalote que canta muy feo y anuncia la muerte, por lo tanto, yo no me lo imaginaba para nada hermoso. Recuerdo aquella vez de mi infancia cuando me hablaron para que saliera a ver algo. Se trataba del xooch’ que se había posado cerca de mi casa; aunque lo vi de lejos, no me pareció tan espantoso como lo describían. Ahora que lo veo en retrospectiva pienso que éste es un animal sorprendente al que se le estigmatiza injustamente por las creencias en torno a él.
Hubo ciertas ocasiones en las que coincidió que alguien de mi familia se enfermara días después de que se escuchara por la noche el canto del xooch’ o de que muriera una persona cerca de la casa donde se vio al ave. Pero otras veces el xooch’ tuvo esos comportamientos nocturnos y no sucedió nada. Sin embargo, se debe tomar conciencia de la injusta violencia que se ejerce sobre el ave, la cual cumple una función importante en los ecosistemas yucatecos.
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