En mi familia la lectura no era algo recurrente; la verdad, sigue sin serlo tanto. A pesar de ello, recuerdo que me gustaba que me contaran cuentos, aún conservo uno de La bella y la bestia del tamaño de un atlas, mi favorito, pero la realidad es que a mi mamá le gustaba más contarme leyendas yucatecas y a veces los cuentos que le contaba mi abuela. Ella decía que las historias de princesas de Disney se contaban de manera distinta a como ella las conoció de boca de mi abuela. Sin importar la falta de textos en mi casa mi hermanita y yo estuvimos rodeadas de historias desde la voz de mi mamá. La casa se transformaba en un espacio donde solo una voz y a veces dos, cuando nosotras hacíamos comentarios, llenaban el silencio y la imaginación hacía de las suyas.
Los libros a los que tenía acceso eran los que se encontraban en la biblioteca de la primaria, pero puedo decir que eran pocos y las portadas no tan llamativas, además no teníamos un tiempo entre clases para ir a biblioteca, y en el recreo ¡ni pensarlo!, así que los libros de la escuela muchas veces eran pasados de largo. Recuerdo un día que la maestra se retiró y nos dejó de tarea leer y luego escribir un resumen de lo que trató el libro. Ese día elegí un libro al azar: El ave del Amanecer, esa fue la primera vez que leí un libro más allá del número de páginas que acostumbraba. Recuerdo perderme tanto en la historia que no me di cuenta del desastre que hicieron los demás, era como si viviera el cuento desde dentro. El mundo reapareció solo hasta que acabe y comencé a escribir. Algunos se me acercaron a preguntar si leí el libro y se sorprendían cuando les decía que sí. En ese entonces una historia de más de veinte páginas creo que era mucho en comparación con los cuentos de cinco páginas con imágenes que acostumbraba. Incluso recuerdo cómo relaté el contenido a mis compañeros y algunos me dijeron que les gustó la historia pero que no leerían tantas páginas. Esa fue la primera vez que pensé en leer otras historias diferentes a las del libro de español, así que cuando llegué a mi casa les pregunté a mis papás si podía comprar un libro, pero mi mamá pensaba que después de leerlo solo lo iba a dejar en alguna parte de la casa para que se llenara de polvo. Su respuesta final fue un “NO”. Tampoco la contradije.
La siguiente vez que me recuerdo con un libro fue cuando encontré el libro que mi mejor amigo dejó olvidado en mi casa. Intenté devolvérselo, pero me dijo que me lo regalaba. Entonces decidí leerlo, el libro era Aura de Carlos Fuentes. No voy a mentir, en ese entonces no entendí la trama y eso no me gustó, así que en esa ocasión lo dejé inconcluso. En secundaria volví a intentar leerla pero sucedió lo mismo, aunque casi lo terminé. No sabía que en prepa me pedirían leer la obra como parte de una actividad, en ese momento terminé el texto, en digital porque olvidé que tenía el libro físico. Sentí que la historia me era familiar y fue hasta que concluí que recordé de dónde conocía la historia. Creo que a mi vista no le hizo mucha gracia.
En secundaria me pasaron dos acontecimientos que pienso me acercaron más a la lectura y que considero fueron significativos. El primero, sucedió ya que la maestra tenía asignado un día a la semana para que en grupo fuéramos a la biblioteca, eligiéramos un libro y escribiéramos una reseña. En repetidas ocasiones cambié de libro porque no me gustaban, así que la vez que me topé con una historia que llamó mi atención me perdí en la lectura de Historia de un muerto contada por él mismo de Alejandro Dumas, tanto como para llevármelo prestado y continuar con las demás historias que contenía el libro. Lo interesante de esa experiencia es que, al final del curso, la maestra nos pidió hablar de nuestras lecturas y elegí esa. No me fijé que todo el salón se mantuvo callado y mis compañeros estaban atentos escuchando mi relato hasta que me lo hicieron notar al final. Incluso la maestra me felicitó y a mí me agradó la experiencia. Para alguien a quien le daba terror hablar en público, terminar explicando la historia con ademanes y saltos fue todo un acontecimiento.
La siguiente vez, mi hermanita llevó un libro que prestó en el kínder porque le gustó la historia, esta trataba de un sapo embrujado. No recuerdo bien la trama, pero sí la sensación cuando mi mamá nos reunió a mi hermanita y a mí, igual que como hacía para contar leyendas y se puso a leernos el cuento. Igual que con el relato de Dumas me gustó la experiencia, mis papás no eran dados a leernos en voz alta y el que lo hagan después de tanto tiempo fue una sensación agradable.
Recuerdo que en primaria algunos de mis compañeros comenzaron a tener teléfonos y computadoras con internet; ese no fue mi caso. A mis papás no les gustaba la idea de que usara algo que ni ellos tenían idea de cómo utilizar, por lo que hasta secundaria pude tener mi propio celular y en prepa una computadora en donde el internet fue instalado hasta casi terminar el primer año de prepa. No sé cómo sobreviví a las tareas pero me las ingenié para descargar los documentos a mi celular o usar las computadoras de la escuela. Haber aprendido a buscar y descargar documentos me ayudó a acceder a textos de mi agrado, sobre todo cuando mis amigas hablaban de libros que les gustaban y me recomendaban. Muchas veces las ignoré, pero en una ocasión una amiga insistió demasiado en que leyera Cincuenta sombras de Grey para tener con quien hablar. Cuando accedí, me mostró también el blog donde encontraba sus libros y yo descargué en mi celular varios PDF con los títulos que llamaron mi atención, además del que ella quería que leyera. Cada vez que me veía me preguntaba en qué parte iba y recuerdo que me tardé en leerlo porque se me salió decirle que me brincaba ciertas partes y se enojó cuando no comprendía algunas otras. Al final tuve que volver a leerlo porque me perdía entre detalles no leídos. Cuando al fin lo terminé volví al blog a descargar otros libros. En esa misma época tuve una maestra de literatura que actuaba o dibujaba mientras nos contaba las tragedias, además de que nos ponía canciones como la de Molinos de viento de Mägo de Oz, basadas en algunas de las lecturas vistas en clase. Amé la forma en la que veíamos las lecturas. Aprendí que la lectura no solo puede verse desde las letras y me dio una nueva visión de las tragedias que antes sentía pesadas. Además, descargue nuevas canciones.
Las siguientes lecturas que realicé fueron cada vez más seguidas, ¡claro!, en el formato PDF; no era muy buena ahorrando. Además, al conocer a mis mejores amigas de preparatoria, ellas leían de esa forma y resulta que compartíamos gustos literarios. Entonces casi todos los textos que me recomendaban me los acababa rápido. Algunas de las recomendaciones que me dieron y que más me gustaron fueron Hush, Hush, Mirame y dispara, Divergente y Cazadores de Sombras. Hoy en día siguen siendo mis favoritas. Me acercaron a mis mejores amigas y también me ayudaron a responder algunas preguntas reflexivas sobre mi persona, sobre todo la saga de Divergente (aunque no me gustó el final. Sigo traumada).
Esa forma de leer, en digital, se mantuvo hasta que un día mi hermanita me habló de una historia que me enganchó con lo poco que me contó, se llama De plebeya a princesa por una borrachera, sin embargo, al decidirme a leerla, solo podía encontrarla en una aplicación llamada Wattpad. Así fue que empecé a buscar lecturas en esta plataforma, las recomendaciones ayudaban mucho, no todas me eran llamativas pero encontré buenas historias, algunas como Mi ángel guardián, Regálame un lápiz, No me conoces pero soy tu mejor amigo e incluso algunos fanfics de series que me gustan. Ahí comencé a pasar gran parte de mi tiempo y cuando no encontraba qué leer regresaba a la búsqueda de PDF como antes. No sabía que cada vez me acercaba a mi gusto por la ciencia-ficción.
Más tarde comencé a ver videos de booktubers, como una que tiene su canal en YouTube llamado “Mónica con acento”, para buscar sus recomendaciones, no solo de libros, sino de aplicaciones y blogs donde podía encontrar otras recomendaciones. Fue entonces que escuché de los audiolibros, aunque al principio los comencé a consumir antes de dormir, posteriormente intenté escucharlos durante el día mientras realizaba otras actividades, pero no me concentré, resulta que es una habilidad que tienes que desarrollar. Volví a intentar escuchar un audiolibro cuando dejé de tener el tiempo de leer y sorprendentemente desarrollé la habilidad de escucharlos mientras realizaba mis actividades, digo, no podía seguir sin conocer las respuestas por realizar mis pendientes. Mis primeros audiolibros completos fueron algunos de la saga de Cazadores de sombras y Orgullo y prejuicio. Ahora escucho audiolibros y en ocasiones utilizo un lector cuando tengo poco tiempo o cuando una actividad no puede esperar pero quiero acabar una historia.
Actualmente las lecturas que me encuentro pueden venir de diferentes lugares: recomendados por amigos y familia, menciones de profesores, sugeridos por youtubers, en otros libros o películas, incluso mientras busco en blogs o en plataformas de audio y video como Spotify, YouTube y TikTok. Ahora leer parece más sencillo que antes y a pesar de que en ocasiones en mi casa escucho comentarios como que “podría estar haciendo otra cosa además de leer” o el preguntar “¿es algo de la escuela?”; he notado el cambio pues ahora me escuchan cuando les cuento lo ocurrido en una historia que estoy leyendo, incluso preguntan cómo termina. Mi hermanita acudió también a los libros con mayor frecuencia y eso es algo que me alegra porque nos recomendamos lecturas, las comentamos como si fueran un chisme y esos son los momentos que siento que me puedo relajar y compartir algo de mí. Aunque la lista de lecturas pendientes se alargue y alargue. Las recomendaciones vienen de todos lados.

Comments